martes, 13 de noviembre de 2012

Vientos amargos

He de reconocer, que el libro me ha gustado mucho, es un libro duro, pero al mismo tiempo, me ha tenido enganchada durante su lectura, que no me llevo mas de cuatro días .


Vientos amargos, es un libro sobre la sinrazón, sobre la crueldad del ser humano, sobre el extremismo, sobre el egoísmo del ser humano, sobre la traición, a uno mismo y a los demás, la desesperanza, la opresión ideológica, la perdida de valores, el dolor físico, el dolor espiritual ,el fanatismo ideológico, la aniquilación de toda esperanza, la deducción del ser humano hasta su expresión mas mínima, hasta casi hacerlo desaparecer , pero paralelamente, subyace en todo momento la capacidad de supervivencia, el deseo de luchar para no perder la dignidad ,y la conciencia del autor, de que solo manteniéndose fiel a si mismo , y manteniendo la dignidad aun en las peores condiciones, lograría sobrevivir. La dureza de los juicios públicos, una suerte de Inquisición a las que se ven sometidos los “derechistas” o todo aquel que era considerado enemigo del régimen. El autor logra sobrevivir en medio de todo el sufrimiento, aniquilando toda esperanza en su interior, solo centrando su atención en el presente, logra evitar sufrir un dolor mayor, el de la frustración y el de la ausencia de perspectiva.

El libro recorre la trayectoria vital de Harry Wu, su vida acomodada durante la niñez y la adolescencia y su llegada a la Universidad lleno de ilusiones y planes de futuro personales y profesionales, truncados por el fanatismo y la histeria colectiva, hasta el descenso a los infiernos en los campos de trabajo, relatando de manera grafica la crueldad de las condiciones de vida de los presos, hasta hacer participe al lector de todo lo allí vivido. El lector puede empatizar con las situaciones que enfrenta, es capaz de sentir el dolor físico de los castigos, se describen las condiciones infrahumanas en las que vivían, la ausencia de condiciones mínimas de higiene, la podredumbre, el estado de las letrinas, de los dormitorios, y como estas situaciones hacen mella en los prisioneros, cada uno de los cuales, reacciona ante el dolor de manera distinta, algunos simplemente pierden la razón para aislarse de la realidad, otros, deciden buscar en el suicidio la libertad ansiada cuando la crudeza de la realidad les ha hecho insoportable seguir viviendo, otros simplemente deciden sobrevivir a cualquier precio, aunque eso implique traicionar, mentir o vender a un compañero cuya vida ponen en riesgo para salvar la suya propia a cambio de un trato de favor de los oficiales. Algunos, los menos, logran mantener un rasgo de humanidad, sin vender su alma.

Vientos amargos, es una muestra de lo peor y de lo mejor del ser humano, concentrado en un espacio y en un ambiente angustioso. Enfrenta a Wu a situaciones extremas, especialmente cruel, el pasaje en que su hermano le manifiesta que es la vergüenza de la familia, y que debe renunciar a ella ,acusándole de la muerte de su madrastra o cuando tras años de encierro regresa a casa, y su hermana sale corriendo a la policía a reportar que su hermano había regresado .

La traición, desgarra el corazón siempre, pero cuando procede de la familia, este dolor queda en el alma. Wu Hongda, logra pese a todo ello, seguir adelante, y lograr entender sin juzgar, la razón del comportamiento de su familia.

La ausencia de odio en su corazón, la ausencia de voluntad de venganza, es lo que le hace salir adelante y lograr recuperar su futuro

En medio de la espiral de crueldad, cuando parece que todo en el ser humano esta perdido, aparecen pequeños gestos, como el reconocimiento por parte de su amigo Wang, años después, de la autoría del robo de los 25 yuanes que habían sido la causa de todo el padecimiento del protagonista, con la intención de que esto ayude a limpiar su imagen -.

Wu Hongda, logra mantenerse fiel a si mismo y fiel a su familia pese a todo, como demuestra cuando es capaz de leer el homenaje a su padre en el día de su funeral pese a la cobardía de su hermano quien aun le reprocha el dolor causado a la familia.

No debemos pensar que estas situaciones son ajenas a la realidad de nuestros días, donde aun siguen existiendo linchamientos públicos, morales o físicos, a todos los niveles, injusticias, opresión, cerrazón política, cerrazón de mente , de pensamiento y esto esta mas cerca de nosotros de lo que pensamos , y lo vemos a diario .

El ser humano es capaz de las peores atrocidades, pero también es capaz de lo mejor y pese a que todos afirmamos conocernos bien a nosotros mismos, solo cuando nos enfrentamos a situaciones extremas, seremos capaz de saber que es lo que de verdad encierra nuestra corazón o nuestra alma, miseria o grandeza

12 de Diciembre de 2012 Carolina Barrios

Nemesis


Cuando propuse la lectura, entre otros, de este libro de Philip Roth lo hice coincidiendo casi con la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias. Sabíamos desde algunos meses atrás que el autor norteamericano era la persona galardonada este año con el Príncipe de Asturias de las Letras, y esa fue una de las razones que me llevaron a incluir una de sus obras en la terna de libros para que ustedes eligieran.


Tampoco dudé mucho a la hora de optar por la obra. "Némesis" era la última novela editada, iba a ser fácil de encontrar en las librerías, tenía una extensión óptima (en torno a las 200 páginas) para que todos pudiéramos llegar al día "D" (este martes y 13 que lamento no poder compartir con ustedes) con ella leída, y la mayoría de las referencias críticas que encontré eran muy favorables.

Tras una década de intensa producción (con 16 títulos publicados entre 2002 y 2010), en la que algunos quisieron ver cierta desmesura, la crítica era casi unánime al señalar que con "Némesis" volvía "el mejor Roth" de todos los tiempos, el narrador ágil e intuitivo que entronca con la tradición de escritores como Saul Bellow (del que se confiesa discípulo y amigo), Hemingway o Truman Capote, máximo exponente de lo que se dio en llamar "Nuevo Periodismo" y que, más que periodismo, es auténtica literatura, una narrativa audaz y descarnada que se basa en hechos reales, a veces duros y sangrientos ("A sangre fría", de Truman Capote, es el ejemplo que se maneja en las Facultades de Periodismo), que a la vez destila enormes dosis de poesía.

En esa tradición literaria se encuadra la trama de "Némesis", en la que Roth decide volver al Newark de su infancia (al barrio judío de Weequahic), donde a mediados de los 40 se extiende una gravísima epidemia de poliomelitis, que no sólo afecta a miles de niños y jóvenes en todo el país, sino que incluso le cuesta la vida al mismísimo presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt.

Roth escribe siempre de lo que conoce. Newark es escenario de una gran parte de sus novelas. La mayoría de las veces ha sido testigo directo o indirecto de los hechos que inspiran o ambientan sus obras. Nacido en 1933, Roth era un adolescente de 11 o 12 años cuando se produjo la epidemia que centra la trama de la novela, y podría haberse valido exclusivamente de sus recuerdos y su creatividad para escribirla. Sin embargo -y según él mismo declaró en las entrevistas que se le hicieron a raíz de la publicación de "Némesis"- para documentarse localizó y habló con personas que fueron víctimas de la polio 65 años atrás. Ni da puntada sin hilo, ni deja cabo suelto alguno.

En la carta que escribió para la ceremonia de entrega de los Premios Príncipe de Asturias, Philip Roth expresaba su perplejidad por el hecho de que su obra pudiera interesar más allá de los Estados Unidos: "Soy un escritor estadounidense. La historia de los Estados Unidos, las vidas estadounidenses, la sociedad estadounidense, los dilemas estadounidenses (...) constituyen mi temática. (...) Si me detengo a pensar en mi público, el público en el que pienso es un público estadounidense". "Por lo tanto", añadía, "me ha dejado realmente sorprendido enterarme de que el público español también se ha fijado en mi...", Y terminaba exclamando "¡Mira", puedo decir ahora, "hay algún lugar donde he conseguido hacerme comprender".

Al margen de lo injusto que resulta este último comentario, pues no en vano Roth ha sido merecedor de los Premios Pulitzer, Faulkner, Hemingway o Nabokov y del National Book Award (en dos ocasiones), entre otros galardones obtenidos en su propio país, es evidente que el contenido de su obra va más allá de la simple descripción periodística, o de la crónica novelada, y por eso traspasa fronteras y merece el reconocimiento de un jurado internacional como el del Príncipe de Asturias, que destaca, entre otros aspectos, "su compleja visión de la realidad contemporánea".

Irreverente, crudo y mordaz, parece lógico que no goce del favor de toda la sociedad norteamericana, donde algunos lo acusan de antisemita y grupos feministas lo han llegado a tachar de misógino flagrante, como tampoco gozará de la simpatía de todos los lectores españoles o de cualquier otra parte del mundo. Santiago Roncagliolo decía hace un par de semanas en el suplemento dominical de El País que Roth es un escritor para hombres y que "nadie entiende a los hombres como él". "En un mercado lleno de best-sellers para mujeres", señalaba, "Phillip Roth escribe sobre hombres y de la relación de esos hombres con sus cuerpos. (...) A sus fanáticos no siempre nos seducen sus proclamas sobre antisemitas o americanos, pero todos somos sensibles a su retrato de la fragilidad de la hombría". Dada la composición mayoritariamente femenina de nuestro club, me ha parecido interesante traer a colación esta cita de Roncagliolo para intentar suscitar el debate. Particularmente, no creo que Roncagliolo esté pensando en "Némesis" cuando se expresa de esta manera. Con todas las reservas y objeciones que se quiera hacer, considero que estamos ante una obra de contenido casi "universal", que puede interesar lo mismo a hombres que a mujeres, a judíos que a cristianos o musulmanes y a europeos que a americanos o asiáticos. Todos, absolutamente todos, pueden verse inmersos en un dilema de dimensiones dramáticas semejante al que sufre el protagonista, Bucky Cantor, cuando el deseo de felicidad y de alcanzar una vida plena colisionan con un exacerbado sentido de la responsabilidad y un ineludible sentimiento de culpa que acaban por frustrar los anhelados proyectos de vida del protagonista.

Es inevitable que el lector se introduzca en la piel de Cantor y se plantee los mismos interrogantes que le atormentan desde el instante en que su novia le plantea que abandone Weequahic y acepte la oferta de trabajar como monitor en Indian Hill, el campamento de las Montañas Pocono. La verosimilitud de la historia, con un claro trasfondo histórico, y la maestría de Roth para colocarnos en el lugar de sus personajes propician la ineludible interpelación al lector sobre hechos tan trascendentales como el sentido que tiene la existencia de un Dios insensible e injusto. Hay quien ha visto en la obra cierta similitud con "La Peste" de Camus, donde subyace la presencia de un "Dios impotente". Frente a uno u otro Dios, el protagonista (más que el autor) se decanta por una suerte de "diosa justiciera", la griega Némesis, que le permite autoinflingirse todo el castigo del que se considera merecedor.

Hay en el libro pasajes o menciones que me resultan realmente estremecedores, como cuando describe el entierro de uno de los primeros niños fallecidos a causa de la polio: "Era imposible creer que Alan yaciera dentro de aquella caja de pino sencilla y de color claro por el mero hecho de haber contraído una enfermedad de verano. La caja de la que no puedes escaparte. La caja en la que un niño de doce años tenía doce años para siempre".

Refiriéndose a la trágica epidemia en relación con la Guerra Mundial, en la que el protagonista no pudo combatir, se dice que "aquella era también una guerra de verdad, una guerra de matanza, ruina, desolación y perdición, una guerra con los estragos de la guerra: una guerra contra los niños de Newark".

Mención especial merece el narrador de la historia, que sólo se desvela en el último acto o capítulo de la novela, y que resulta tremendamente útil en la construcción narrativa. Arnold Mesnikoff, uno de los chicos afectados por la epidemia de polio de 1944 que se encuentra con su monitor muchos años más tarde, es el que nos permite (o le permite al autor) profundizar en los sentimientos del protagonista, buscando una explicación a su comportamiento. Es "una persona abrumada por un sentido del deber exacerbado, pero dotada de una mente poco poderosa", nos dice. "La única manera de salvar un resto de su honor era negarse a sí mismo todo lo que siempre había deseado", nos dice también para intentar explicar ese exacerbado sentido del honor y la dignidad que lo lleva a sacrificar su propia felicidad. "...aquéllo", concluye en su afán por encontrar una lógica o una explicación al comportamiento de Cantor, "no era más que un estúpido orgullo desmedido, no el orgullo de la voluntad o el deseo, sino el orgullo desmedido de la interpretación religiosa fantástica, infantil ".

Y es este personaje, Arnold, el que que en medio de la negación absoluta del protagonista, nos ofrece, si cabe, una visión mínimamente esperanzada: "Descubrí que en Weequahic, en el verano de 1944, había vivido una tragedia social que no tenía por qué ser una tragedia personal durante toda la vida...". Finalmente, intentará sacudir la conciencia de Bucky y redimirlo de la culpa que lo ha acompañado durante tantos años, Así, le dice: "...Usted no fue el responsable. (...) Fue una víctima en la misma medida que cualquiera de nosotros", o "Usted no es el ser maligno de los indios. Tampoco fue la flecha, maldita sea, no fue el portador de la parálisis y de la muerte", y finalmente le exige: "No sea su peor enemigo. Ya hay suficiente crueldad en el mundo tal y como están las cosas. No las empeore convirtiéndose en su chivo expiatorio".

No obstante, la reflexión final del narrador, el Arnold Mesnikoff que parece surgir para redimir al monitor de todos sus viejos fantasmas, nos vuelve a sumir en la mayor de las desesperanzas cuando, en alusión a la postura que éste ha mantenido durante años, nos reconoce que "Tal vez sus afirmaciones no fuesen exageradas y no hubiera llegado a una conclusión errónea: tal vez sí fue la flecha invisible".

La obra no puede ser más pesimista en su conjunto; pero no cabe duda de que es una "pequeña gran obra de arte", la última con las que nos va a obsequiar este autor, según hemos podido saber esta semana por boca de sus editores. El novelista de Newark ha dicho a una revista francesa ("Les in rocks") que está cansado, que no quiere leer ni escribir más y que "Némesis" ha sido su último libro. El último libro de cualquier autor siempre tiene un valor especial, pero más si se trata de alguien con una producción tan vasta como la de Phillip Roth.Me alegro mucho de que ustedes eligieran este libro, después de haberlo propuesto, y les animo a que no sea el único ni el último que lean.

Aunque no tiene tan buenas críticas, a mí me gustó mucho "Elegía", que fue el primero de la serie de sus cuatro últimas novelas cortas. Y creo que son también muy recomendables "Pastoral americana", con la que obtuvo el Pullitzer, "Me casé con un comunista" y "La mancha humana".

Espero que mis comentarios les sean de utilidad para el encuentro del martes 13 de noviembre, y les pido disculpas por no haber podido acudir a la comida. Tenía billete para viajar a Madrid el 14; pero lo adelanté un día por miedo a quedarme en tierra por la huelga.

Un abrazo y hasta la reunión de diciembre:

Laureano Pérez

Las Palmas de Gran Canaria, 12 de noviembre de 2012